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Inma González se define a sí misma como “multiapasionada”, término que descubrió hace unos años de boca de Olaia Calvo, y que engloba todo aquello que llama su atención y le hace sonreír. Nacida en Cuenca hace 33 años, calza sneakers y es amante de los pequeños detalles, el arte, la fotografía, el interiorismo, los viajes, la cocina y, sobre todo y especialmente, la moda y las revistas.

Con diecisiete años cogió las maletas y se marchó dirección Madrid para estudiar Periodismo. La juventud, la noche madrileña y un fuerte sentido de la responsabilidad se mezclaron en Inma fomentando su ya previa pasión por la observación y el análisis del entorno. 

Dos años después, en un viaje a Dublín con dos amigas, se despertó en ella la sed y la pasión por conocer desde dentro el resto del mundo.

A los 23 años, al acabar la carrera, mientras estudiaba la normativa para sacarse el carné de conducir, se dio cuenta de que ella no necesitaba un coche. Necesitaba un billete de avión y volar. Volar a Londres. A la ciudad a la que un poco después llegó con la maleta llena de ilusiones y de ¡mucho lomo y jamón serrano! Esa misma ciudad que marcaría sus días al ritmo de las agujas del reloj más maravilloso del mundo, la que le robó el corazón y, tras quedarse una parte, lo dividió entre el café, sus museos y un italiano convertido, un tiempo después, en marido, Matteo.

Y como la vida pasa, Inma se hizo una a su medida en la capital británica: amigos, lecciones vitales y un día a día más en italiano que en inglés. No lo sabía, pero se estaba preparando para su siguiente etapa y esa lengua habitual ya para ella era el pasaporte perfecto para su siguiente destino: Milán. La capital de la moda en la que, para su sorpresa, acabó trabajando como estilista y enseñando a otros todo lo que ella aprendió entre desfile y desfile para algunas de las casas más importantes del mundo de la moda y los primeros textos que, como periodista publicó en revistas que siempre había consumido.

Un día, sintió la necesidad de volver a la ciudad en la que todo se cura y la reinvención es cotidiana. Así, entre los paseos bajo la lluvia de Londres, recuperó el amor por sí misma y comenzó a recorrer el sendero hacia el emprendimiento.

Cosas del destino (y del Covid), Inma volvió a Italia en 2020 para sorprenderse descubriendo el placer en la tranquilidad de los paseos junto al mar y los cappuccinos a la orilla del Mediterráneo y para reencontrarse con su verdad. 

En Livorno, inspirada por los aires de la Toscana, empezó a unificar y concretar los sueños que burbujeaban en su mente desde hacía años. Recolectó todas las ideas desperdigadas, apuntadas en cuadernos, que aúnan sus tres grandes pasiones: la moda, la fotografía y las historias; y, así, se reencontró consigo misma y con su verdad.

Hoy, su misión consiste en acompañar a las mujeres en su transformación estilística para que comuniquen visualmente, de una manera efectiva y coherente, desde el bienestar y la belleza; dejando al descubierto la esencia escondida que, todas, tenemos dentro.

Inma se despide de todas nosotras, con su particular descripción de lo que, para ella, significa La Increíble Sensación de Venirse Arriba: “Hacer lo que amas. Para que la gente no pueda dejar de admirarte”. Conociendo la capacidad creadora que tiene, no me cabe duda de lo conseguirá. 

Rebeca Moyano Sanz